Según el modelo de los santos Ángeles y de los Apóstoles queremos amar, honrar y servir a Dios. Llevamos una vida comunitaria en castidad, pobreza y obediencia, conforme las Constituciones.
Veneramos la Santa Cruz y aspiramos a la perfecta conformación con el Señor Crucificado (cf. Fl 3,10). En comunión con los Ángeles y Santos dedicamos nuestra vida, especialmente en la liturgia solemne, a la adoración a Dios Uno y Trino y a la expiación por la salvación de las almas.
Vemos nuestro apostolado en el servicio a la salvación de las almas, especialmente de los sacerdotes y consagrados, en la administración de los sacramentos y en el anuncio de la Palabra de Dios.